La semana pasada se ha celebrado la VII semana de la Salud
en el IES Licenciado Francisco Cascales. Desde hace años, este instituto
incluye en su programación actividades relacionadas con la salud y trabajando
el tema de alimentación saludable.
Este año he tenido la oportunidad de participar en estas actividades, pasando los cuestionarios en el
aula y realizando algunos de los talleres del desayuno saludable.
Tengo que comentar que hay ciertas cosas que no me han
gustado. Seguimos estancados en defender el desayuno ideal como la suma de un lácteo,
un hidrato y una fruta. Si nos basamos sólo en eso, casi todos los alumnos
realizan un desayuno ideal. Pero si nos fijamos bien en el tipo de productos
que consumen y la calidad de los mismos vemos que el lácteo suele ser leche con
colacao/nesquik y azúcar o yogures azucarados. Los hidratos son galletas o
cereales de desayuno (más azúcar). Y la fruta es, en el 90% de los casos, zumo.
¿De verdad creemos que ese desayuno es saludable?
Como era de esperar, el desayuno saludable que se ofreció en
el instituto seguía este mismo esquema. Lo positivo: había fruta fresca y
tostadas con aceite y tomate. Lo negativo: la leche se ofrecía con colacao/nesquik
y azúcar (y además la cantidad era a gusto de los estudiantes, así que no
bajaban de las 2 cucharadas de cada).
A pesar de este pequeño aspecto negativo, el desayuno de la
mañana parecía lo más saludable del mundo si lo comparamos con lo que se
ofreció a los alumnos del horario vespertino: zumos, barritas de cereales y
batidos con cacao y plátano “ricos en magnesio”, todo cortesía de Hero. Una
pena terminar así después del trabajo de
los nutricionistas dentro del aula, hablando de la importancia de reducir el
consumo de azúcar, de aumentar el consumo de fruta y de priorizar la comida
real frente a los productos procesados.
Lo que sí puedo asegurar es que esta experiencia me ha servido para reflexionar un
poco sobre la alimentación en estas
edades.
Por un lado, he visto que se saben bien la teoría pero no la
aplican (saben que tienen que comer verduras pero no lo hacen, o que no deben
tomar refrescos a menudo…). Esto nos pasa a todos, ¿no? ¿Quién no come algo aun
sabiendo que no es saludable? En parte puede deberse a que no son conscientes de
los riesgos que eso tiene a largo plazo (“pero si yo no engordo, puedo comer lo
que quiero”). Pero también porque es lo que ven a su alrededor, consumen lo que
se consume en sus casas y en su entorno. Por esto creo que uno de los pilares
fundamentales para la educación nutricional es dar ejemplo. Si desde pequeños
ven a los padres comer fruta de postre y no unas natillas, comerán fruta. Si
los padres toman agua en las comidas, ellos también lo harán. Pero no se puede
pretender que los hijos coman sanos si los padres no lo hacen.
Por otra parte, hay otras cosas no las tienen tan claras, y
se escuchan comentarios que demuestran las ideas erróneas que se mantiene sobre
la alimentación:
o
El azúcar es necesario para el funcionamiento
del cerebro.
o
Si hago deporte puedo comer lo que quiero
(bollería, snacks, chocolate…) porque lo gasto.
o
Un zumo natural es igual a una fruta.
o
Las grasas son malas.
Estos son sólo algunos ejemplos de lo que creen los
estudiantes sobre la alimentación. Aquí es donde se ve que hay un largo camino
por hacer en materia de educación nutricional, ya que seguimos arrastrando
mitos que la ciencia ya ha desmentido. Están presentes en la cultura, se lo
dicen los padres, los abuelos, los medios de comunicación con sus anuncios
publicitarios, e incluso los profesores.
Todo esto demuestra que es necesario seguir haciendo
intervenciones como las que se han llevado a cabo en el IES Cascales, si bien están
a un largo camino de ser perfectas. Pero es un primer paso hacia una mejor educación nutricional. Ojalá en todos los centros educativos se pusiese el mismo empeño en realizar este tipo de actividades.
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